Después de años escuchando hablar de las hazañas de esta mujer viajera, al fin tengo la oportunidad de charlar con Déborah y empaparme de su sabiduría humana. Aviso a lectores que el espíritu aventurero que la define es altamente contagioso.
Gracias Déborah por compartir tu experiencia, tu verdad y tu perspectiva del mundo. Desde tus ojos las fronteras tambalean, los prejuicios se disipan y la humanidad se abraza como a un alma amiga.
¿Cuánto tiempo llevas viajando sola?
Mis periplos por el mundo comenzaron hace ya unos 14 años. Mi primer viaje en solitario lo hice con 23 años, ahora tengo 33.
¿Cuántos países has visitado?
Haciendo un recuento rápido y mirando el mapa alrededor de 22.
¿Cuál fue tu principal motivación para emprender ese primer viaje en solitario y qué sentiste en tu experiencia?
Mi primera aventura fuera de Europa fue a Marruecos, una experiencia mágica que terminó con mal sabor de boca por algunas malas decisiones que mi compañero de viaje tomó.
Una vez de vuelta decidí que me volvería a marchar a Marruecos, pero esta vez me iría sola, tenía la inevitable necesidad de quitarme esa espinita mal clavada.
La gran anécdota de aquel viaje en solitario fue el viaje en sí, descubrir el corazón del mundo árabe.
Mi primera visita a Marruecos ya me hizo sentir diferente respecto a la idea preconcebida que tenía del país. Pero en mi segundo viaje me hechizó. Quedé encantada por la cultura, por la gente, la amistad, por la pureza de muchos corazones, de esa hospitalidad que te hace sentir parte de ellos, lejos de la identidad del viajero errante.
Llegué a Marruecos para la Fiesta del Cordero (Eid Al Adha). Festividad que para explicarla suelo comparar con la Navidad, salvando las diferencias obvias. Es tiempo para estar en familia, con amigos, con tu comunidad, para cuidar del prójimo, ayudar y compartir con quienes están en situación de mayor necesidad.
Mi plan de viaje era llegar al Sahara y pasar mis vacaciones en la quietud y silenciosa inmensidad del desierto.
Mi ruta en dirección al Gran mar de Arena me llevó a ErRachidia. Allí, mientras esperaba en una parada de taxis colectivos que me conduciría a mi ansiado sueño conocí a Barder que hoy es como un hermano para mí.
Barder y sus amigos se reían de mi locura pues para ellos era impensable pasar una Fiesta del Cordero en soledad. Después de una agradable conversación y dando por perdida la posibilidad de que el taxi se llenase, decidí aceptar la invitación de Barder para pasar con su familia las fiestas.
Mi intención era quedarme un par de días y partir al desierto, pero me sentí tan cómoda que terminé pasando los diez días de mis vacaciones con ellos, ¡adiós desierto!
Esa familia se ha convertido en parte de mi vida, me hicieron sentir en su casa como una hermana más, como una hija más.
El día de marchar llegó y me pasé todo el viaje en autobús de vuelta a Marrakech llorando, llorando y llorando… Descubrí algo que jamás me habían contado de esta cultura, descubrí su humanidad. Una familia humilde que abre las puertas a una desconocida y te ofrece todo lo que tiene como a una más de la familia.
Me dolía tanto la imagen que tiene España, Europa, occidente del mundo árabe. Me dolía tanto conocer las mentiras que nos han contado. Me dolía tanto pensar que si cualquiera de los miembros de mi desde aquel momento familia, si cualquiera de ellos viajase a España, lo más probable es que no encontrasen puertas abiertas y platos llenos, ni esas ganas que ellos tiene de compartirse. No se encontrarían con sonrisas, abrazos y besos de madres como si fuesen las suyas propias. Y, por el contrario, encontrarían puertas cerradas, prejuicios, miedos, desconocimiento…
Eran tantos momentos compartidos, tantas historias vividas, tanto cariño regalado… Era tanto, tanto lo que había recibido en unos pocos días que el dolor me fue inevitable.
¿Estableces un plan antes de iniciar tu viaje o simplemente te dejas llevar?
Después de años viajando ha cambiado mucho cómo desarrollo y preparo mis viajes. Antes era mucho más precavida, tanto a la hora de pensar en la ruta que iba a tomar, como a la hora de empacar mi mochila.
Siempre tenía una ruta pensada, sitios en los que podría alojarme, lugares que visitar… Un plan de ruta que después podría seguir o no, pero iba con una idea más o menos clara de qué hacer, dónde y cómo llegar. Aunque tengo que confesar que no ha habido uno solo de esos planes que haya seguido al pie de la letra.
La ruta siempre termina cambiando. Al final, el viaje es el viaje y tú puedes organizarte todo lo que quieras que la vida te guiará hacia donde necesitas llevar tus pasos.
A día de hoy soy mucho más impulsiva, se podría decir que me dejo llevar. Normalmente me compro el billete de avión y me preparo la mochila a pocas horas de viajar last minute.
Hay tantas cosas que han cambiado… Hasta mi neceser de medicinas es otro. Antes era enorme, llevaba de todo, era como un pequeño surtidor farmacéutico. Ahora no llevo nada aparte de mis tres o cuatro botecitos de aceites esenciales, santo grial de los primeros auxilios.
¿Tienes miedo antes de iniciar tu aventura en solitario?
Generalmente no tengo miedos o pensamientos que me limiten. Dependiendo del destino puede crearme incertidumbre, dudas y nervios. Pero no tengo miedos que me lleguen a bloquear o que me hagan abandonar.
Simplemente me subo al avión y acojo la incertidumbre hasta que pongo pie en tierra. Cuando llego al destino se me olvidan las dudas y se transforman en emoción. Me invaden las ganas de salir a explorar.
¿Te sientes limitada por el hecho de ser mujer a la hora de viajar?
No, las limitaciones están en la mente y no en el género.
¿Cómo se toma tu entorno el hecho de que viajes sola?
Hay una gran diversidad de opiniones y algunas han ido cambiando a lo largo de los años. Hay quien se echa las manos a la cabeza porque le encantaría acompañarme y otros se las echan pensando que soy una tarada.
Mis padres, por ejemplo, en mis primeros viajes estaban aterrorizados, pero tengo la suerte de que jamás han intentado pararme y siempre me han apoyado.
Entre mis amigos hay de todo, algunos me han tomado por loca, otros por valiente… Hay personas que me han llegado a decir que me secuestrarían y que jamás volvería, ¡pero aquí estoy!
Son solo prejuicios limitantes de las creencias y la realidad en la que vive cada persona. Nada afecta a quien yo soy, cómo pienso, cómo actúo y cómo vivo.
De todos los países por los que has pasado, ¿cuáles consideras los más seguros para una mujer viajera?
Los países árabes, sin lugar a dudas: Marruecos, Egipto, Jordania… Incluso mi pequeña pasada express por Damasco en 2010. Siempre me he sentido segura y protegida por su gente.
La errónea concepción del mundo árabe ha hecho mucho daño. Sus valores, costumbres y tradiciones consiguen generar un ambiente cálido, familiar, un hogar del que no te quieres marchar.
Te contaré una anécdota, cuando estuve viviendo en Marruecos, una noche volviendo a casa me robaron la mochila. Al día siguiente la familia que me acogía me acompañó a la casa del chico que me la robó para hablar con su familia, ¡imagínate la situación! Allí todo el mundo se conoce. El turista es un bien protegido porque les encanta compartirse y conocer.
También añadiría a la lista destinos como Tailandia, Camboya, Vietnam, Singapur, Cuba, Sur América, Australia, México, Indonesia… todos los recomendaría, todos sin excepción alguna, ¡a viajar y a vivir!
Ojo, esto no quiere decir que todos mis viajes hayan ido de maravilla de principio a fin… ¡Me ha pasado de todo!
Por ponerte algún ejemplo… Me duplicaron la tarjeta del banco y me quedé sin un duro en mitad de un viaje, me quemé con el tubo de escape de una moto en Tailandia y me pasé un mes tirándome de los pelos sin poder tocar el agua de sus playas paradisiacas. Me han comido los chiches hasta el punto de volverme loca y querer abandonar… En fin, una vez salí corriendo de un taxi descalza por una pelea entre taxistas. Y hasta el suelo ha temblado bajo mis pies, sí, sí… ¡terremoto!
Pero son experiencias personales que no pueden ni deben influenciar en otras personas a la hora de decidir su destino. Una mala experiencia no me hará borrar todos los recuerdos, el recorrido y todo lo vivido en un país.
En algún país que hayas elegido como destino, ¿te has sentido vulnerable por ser mujer?
Hay momentos en todo viaje que me he sentido más vulnerable, de bajón o sin energía para continuar, pues el viaje como la vida son impredecibles y a veces se presentan situaciones inesperadas que ponen a prueba tu paciencia, tu fuerza física y mental, tu capacidad de resolver situaciones que no te planteaste que podrían ocurrir.
Estas situaciones no son más que lecciones que vienen a enseñarnos, aportarnos, mostrarnos facetas de nosotros que desconocíamos o que desarrollamos con las experiencias que nos ponen a prueba… Evolución personal.
Pero no, nunca me he sentido vulnerable por ser mujer, sino por las situaciones que he enfrentado en los viajes, como en la vida, impredecibles.
¿En algún viaje te has arrepentido de ir sola?
No, no, ¡jamás! Si de algo me arrepiento es de aquellos viajes que me planteé hacer en algún momento y que por circunstancias no llegué a realizar. Pero nunca de un viaje, ya viajado, sería como arrepentirse de la vida ya vivida o de negar las lecciones aprendidas.
¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje en estos años de mujer viajera?
Todos los caminos recorridos me han enseñado muchas lecciones. Quizás, la mayor de ella es que no importa de dónde seamos, no importa de dónde venimos ni tampoco a dónde vamos, no importa qué idioma hablamos ni tampoco el color de piel con el que nos vestimos, no importa el rincón del mundo en el que nacimos.
Toda diferencia se desvanece si se mira a través de los ojos de la empatía, si dejamos los prejuicios de lado, aprendí que existe un idioma universal con el que todos nos entendemos que se habla con el corazón: el del amor y el de las sonrisas.
A cada paso andado he aprendido. Lo mejor que tiene el viaje es que te permite caminar, pero también te permite parar y parar significa conectar; conectar con el entorno, con el paisaje, con las culturas, conectarte con tu yo interior, el verdadero.
Te permite estar abierta, abierta a observar y a observarte y no solo a mirar alrededor o mirarse como cuando miras tu reflejo en un espejo, te permite conocerte.
La quietud de las paradas del camino te permite abrirte a escuchar y a escucharte y no solo a oír.
Cuando te paras a prestar atención, a escuchar y a observar empiezas a sentir las señales que te guían, aprendes a confiar en tus instintos que impulsados por la fuerza de tu corazón marcarán la dirección a seguir.
¿Qué consejos podrías dar a otras mujeres que quieran viajar solas?
Deja de pensártelo, extiende tus alas y echa a volar. No hay nada como emprender el vuelo para acabar con los miedos. Si te sientes insegura no te dejes amedrentar por las dudas y la incertidumbre.
Para empezar a viajar sola no tienes que irte una larga temporada ni tampoco al otro lado del mundo.
Si tienes ganas, no te lo pienses mucho… cómprate ese vuelo a esa ciudad que siempre quisiste visitar, aunque tengas dudas ¡hazlo! Y cuando llegue la fecha de coger ese vuelo, aunque tengas dudas ¡hazlo! Ya verás cómo después de pocas horas de haber llegado a tu destino, te estarás riendo de las dudas que te hacían pensar en no empezar el camino.
